Sección #LeónOnBlog | Capítulo 23
OBRA: Viejo librito Olvidado
Poesía. Autor: Juan Rufancht 1a.
Edición, Paraná. 2016. 110 páginas
en un formato de 21x15 cm. Tapa flexible. Diseño Iván Gasperi. Ilustración
de tapas: Antonia Soña Sofía. 1. Poesía. 2. Cuentos I. Título. ISBN
978-978-3813-14-6- CDDA861. Impreso en
Entre Ríos, Argentina. Edición del autor. Editorial Italia 2016, Entre
Ríos.
EL AUTOR
Juanca, casado, tres hijos,
comerciante jubilado, escribe desde 1950, participó en diversos concursos,
principalmente poesía, pero también cuento corto. Ha publicado
“Vivencias Provincianas
”, poesía y cuento.
Ha realizado algunos CDs con grabaciones de recitaciones con música de fondo.
Participó en encuentros literarios junto a colegas que integran
“Brotes del alma
”. Publicado en antologías
que reúnen diversos escritores. Finalmente en 2016 cumple con su sueño de publicar
el libro que nos convoca,
“Viejo librito olvidado
”
PRÓLOGO
“ (…) me
puse a hurgar en la temática de su “Viejo librito
olvidado”, tratar de comprender el mensaje de su
narración y su poesía, (…) ávido de ingresar en el contenido
de sus páginas, me sentí un privilegiado por ser “el
primer lector” (…) que lo hacía,
que podía saborear el fruto de su talento, lo que seguramente está
consustanciado con sus vivencias y sus deseos de compartir el contenido de sus
sueños, con quienes tengan la suerte de poder leerlos en este ejemplar. (…)
(…) En esta obra, el autor nos
muestra en una didáctica sencilla, su necesidad de plasmar en cada narración, o
en cada uno de sus poemas, la experiencia adquirida a lo largo de su vida, y
porque no, arrancadas también de su propia nostalgia, de su desarraigo de su
natal ciudad de Reconquista en la Provincia de Santa Fe, desde donde nos trae a
veces referencias de sus primeros afectos, que si bien coloca a su familia en
el plano más elevado, también ocupan un lugar muy importante sus amigos, con
quienes compartió sus juegos y primeras experiencias de vida (…)”
(Juan Carlos Romero. Pág. 5)
LA OBRA
“Quizás les robe una sonrisa…o… porque no algunas lágrimas.” (Juanca. En los agradecimientos, Pág. 8)
Existe en la poesía de Juanca Rufanacht
una nobleza inmensa, un ritmo especial, una rima sonante característica de
primer y último verso de cada estrofa, una estructura que se transfigura en la
muestra de una necesidad de vaciar emociones y sentimientos sin frenos, sin
barreras, sin métricas, es un verso sin estructuras clásicas pero que reflejan
con rima sonante una inocencia. Si alguien no conoce a Juan Carlos no
comprendería este aspecto de su escritura, más cuando tiene la fortuna de
hacerlo comprenderá los rasgos de cada verso. Cada línea es el reflejo de una
sencillez y una calidez humana especial, incluso los versos más duros se suavizan
con sus palabras, el tono de la recitación o lectura cae o se eleva pero
conserva una especial mesura. Lo mismo sucede en su narrativa, pero le
agregaría que tiene color y hasta el sabor a la geografía que habita… o que
habitó en algunos años de su vida. Se encuentran rastros lingüísticos, esas
acotaciones entre guiones por ejemplo, o el “mayuscular” intencionado, para
hacerse presente o elevar el tono de sus percepciones.
“Viejo librito olvidado” tiene
una fuente de inspiración en el amor familiar, en la amistad y en el bagaje
acumulado por las experiencias de vida desde la escuela, hasta las anécdotas de
juegos, está signado por la nostalgia y por los momentos felices agradecidos a
Dios, pero también por los grandes dolores como las partidas físicas de un
hermano, como la ofensa de un amigo que ya no lo es o como abandonar el terruño
personal.
Hay historias con mucha carga
emocional y pintorescos escenarios, ese es el caso del fragmento que a
continuación con ustedes comparto:
“(…) El abuelo venía cabizbajo y
triste, nunca habían pasado por una situación tan preocupante, tan angustiosa,
tan traumática, y para colmo de males, el corazón – últimamente- venía – como quien
dice- enviándoles algunos mensajes de “preaviso”, de que había un desgaste-
propio de sus ochenta y cuatro años.
Pero había que seguir (…)
Don Goyo y su nieto el “Moncho” vivían
solitos en un racho de madera (mas que ranchito podríamos decir que era algo
así como una “madriguera”), porque esas pobres paredes tenían –entre tabla y
tabla- unas hendijas por donde entraba frío en invierno, calor y mosquitos en el
verano, y cualquier tipo de insecto o alimaña que tanto abundaban en esos
montes.
La mamá de Moncho, - que tuvo a
los dieciséis años-, marchó a Buenos Aires con intenciones de “cambiar de vida”
– primero-, y llevarse al hijo – después.
Nunca volvió… ni una carta…
ninguna noticia, y la esposa de don Goyo falleció muy joven, por lo tanto,
nieto y abuelo, eran “toda” la familia.
Esa noche, el viejo llegó tarde
al rancho y… Oh sorpresa: No estaba su compañero, que siempre sabía esperarlo
con mate amargo – en invierno- o con un mate – cocido negro- en el verano… o le
hacía unas batatas “al rescoldo” o aunque más no sea le hervía unas mandiocas
en la “negrita de tres patas” para acompañar el “reviro” (comida a base de
harina y grasa, muy común en el monte misionero).
Pero esa noche… el Moncho no estaba. Ni siquiera el candil
para alumbrar la piecita… y el silencio “sepulcral”.
Dios mío!! Pensó don Goyo, no
permitas que a mi Moncho le pase nada… te lo pido por favor.
Abrió la puerta, encendió un
fósforo, y miró hacia el catre tijera… pero su nieto no estaba.
Y el gastado corazón del abuelo
comenzó a “querer aflojar”.
No puede ser!!… no puedo creer
que mi Moncho no esté en el rancho.
Ocho años los dos solitos… mi
compañero… la sangre de mi sangre… y mi único amigo!!...
Diosito querido… - dijo en un
suspiro- …yo no sé rezar… y te necesito… como voy a hacer, tan solo… y viejito,
para ir a buscarlo, si no se ande está… Él es tan chiquito, y estará sufriendo…
mi pobre nietito.
Y en ese momento, algo así como
una luz refulgente, atravesó el cielo de aquel paraje, cual si fuera un cometa,
que dejaba una estela de estrellas…
Acto seguido, una vocecita
surgió desde el fondo del callejón que llevaba al rancho.
Abuelooo… abuelitooo… Aquí está
mamá… y viene a decirnos que quiere llevarnos… Que siempre nos quiso… y … que
la perdones por tantas ausencias. Pero “nunca es tarde”… y hoy “podemos irnos”.
El viejito Goyo, lloró de
alegría, besó a su nietito… abrazo a su hija, y mirando al cielo… levantó los
brazos… y dijo en voz alta Mil gracias… Diosito por esta familia!!!”
(Don Goyo y su nieto – cuento- Pág. 45)
También puedo decir que los
lectores viajamos a nuestra propia infancia, recreamos con nuestra imaginación mientras
lo disfrutamos las travesuras entre hermanos o primos, las historias de
nuestros tíos o las corridas por las galerías de nuestras escuelas primarias.
Este libro es un pasaje al lugar de nuestros sentimientos más profundos, más
sinceros. A través de las experiencias narradas o poetizadas por el autor vas a
vivir, mediante esta obra de lectura ligera, un viaje nostálgico a hermosos e
intensos recuerdos de tu propia vida, y también te ayudará a comprender mejor
el sentido de la vida misma, nos ayudará a ser mejores personas, porque el
tiempo pasa muy rápido, la vida humana es casi un instante en la eternidad, y
lo importante es valorarla y valorar a quienes la comparten con uno. Los
afectos, en este libro, están en el primer nivel como citaba Romero en el Prólogo,
y nunca es tarde para soplar el polvo del tiempo, seguir creando momentos, y
volver a disfrutarlos como cuando uno encuentra un libro viejo que estaba en un
rincón olvidado.
“El otoño se está yendo, este domingo de junio
hojas secas –por doquier-, y el cielo gris… casi
oscuro.
La nostalgia –como siempre- me lleva por mil
caminos
A revivir los recuerdos, de los años que se han
ido.
Alegrías y tristezas, de los momentos vividos
Algunos en soledad, pero muchos, compartidos.
Hoy, -que estoy peinando canas-, debo ser
agradecido
Porque a vida me dio: familia, Trabajo… Amigos.
Me ha permitido –también- enfrentar el desafío
De elegir “mi derrotero”, y “atropellarlo” al
destino
Y debo reconocer, de que soy un “bendecido”
Recibiendo “mucho más”, de lo poco merecido.
Al invierno… que se viene, con lloviznos y con frío
Le esbozaré mi sonrisa, y le diré… Bienvenido.
Quisiera pedirle al Padre, que me escuche “este
pedido”
“Cuando mis ojos se cierren, porque Él lo haya
decidido
Y yo pase a ser recuerdo, -y porqué no… a ser
olvido-
Que no sea en el otoño… y menos aún: un domingo”
(Mirando hacia el ocaso. Pág. 71)
PUNTAJE EXTRA: la geografía, lo pintoresco del paisajismo utilizado y
los vocablos propios de un Entre Ríos. Citar los remansos, el timbó, el aguaribay,
los gurises, son cosas que me dan un plus en estos libros, porque la idiosincrasia,
lo característico y lo común, la belleza de un lugar quedan plasmadas en las
páginas de la obra. También por el poema “Viejo librito olvidado” homónimo al
libro y que se convierte en la historia del poema en uno de los favoritos, las
canciones y las referencias respetuosas a colegas autores.
Y al Poeta José Pedroni, que nos guía desde el cielo
“Tus poemas son la luz… tus letras no tienen precio”
Y yo, -que empiezo a escribir,
seguiré tu “derrotero”
Que Dios te guarde a su lado, Escritor de tantos versos
Ejemplo como Persona… Poeta… Padre y Abuelo.”
(Un humilde homenaje a un Grande de las letras DON JOSÉ PEDRONI. Pág.
92)
ESTRELLAS: 4.0/5
Felicito a este estimado autor, a
esta maravillosa persona y espero siga creando.
Nos encontramos en la próxima entrada.
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