Este es un pequeño espacio en donde compartiré reseñas de libros (interés personal, regalo o recomendación). Espacio personal para catarsis, sinceridad literaria y creaturidad al mejor estilo "Bauticista". Entrevistas e infos. Estoy motivado a leer autores autopublicados. He leído muchos libros, mi intención es comentarlos para difundir el arte de mis colegas. El sitio implementa cookies y publicidad. No se olviden un clic en #Seguir para conectarnos sin pausa. #Buenavida
miércoles, 4 de diciembre de 2024
Reseña Literaria "El secreto del Arroyo" de Lucrecia Freyre
sábado, 30 de noviembre de 2024
Presentación del Libro Digital "Palabras y Pinceladas de Río"
“(…) De repente una fuerte brisa hace volar lejos mi gorra, cuando voy por ella tropiezo con una chica, en su remera tenía un personaje de animé que tanto me gustaba y en su mano uno de los mangas que siempre leo. Tal vez no siempre deba estar solo.” (Brian Miranda)
“(…) Tengo que concentrarme en el camino o no
llegaré vivo a casa. No quiero tener una deuda con la vida, ya es suficiente la
que tengo con la muerte” (Enzo Aguirre)
“(…) solo brotan dejando en crudo la
voracidad de las Letras carcomiendo mi sentir, para darme fuerza, escribirlas y
dejar un legado. Me refugié y dejé mi corazón para que lo lean” (Lucrecia
Tarragona)
Pescado asado con
vino
comiendo frente
al río me encuentro
saboreando el
maná isleño
aquel que
alegrará mis recuerdos.”
(Dorian Durán)
¡Mis saludos Luchadores!
Leonel Alvarez Escobar.
viernes, 20 de septiembre de 2024
Adrián Escudero | Mi madre decía
Estimados lectores, comparto con esta nueva entrada/publicación en mi Blog "Tintagrama Literario", el texto "Mi madre decía" del escritor santafesino Adrián N. Escudero.
Un texto que utiliza lenguaje coloquial al mismo tiempo que deja en evidencia el destacable oficio de escritor.
Sin dudas Escudero es un maravilloso artífice literario, que sorprende con la versatilidad, con la capacidad de poner voces de distintos sectores sociales, con historias siempre profundas y con mensajes que, cristalizando la cultura, nos interpelan, o nos movilizan más allá de una intención comunicadora o creadora, haciendo uso de un exquisito vocabulario.
Un texto visual y con una gran carga de compromiso/conciencia social y/o espiritual.
Espero lo disfruten, a mi me conmocionó.
Considero admirable toda la obra literaria de Adrian Escudero.
Saludos cordiales a todos.
Leonel Alvarez Escobar
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En palabras de su autor:
MI MADRE DECÍA (Una de gigantes) (1)
MENCIÓN ESPECIAL 79º CONCURSO INTERNACIONAL DE POESÍA Y NARRATIVA - Marzo 2023. ANTOLOGADO EN LIBRO "CAMINO DE PALABRAS", págs, 185/188 - Editorial "INSTITUTO CULTURAL LATINOAMERICANO" (Junín, Provincia de Buenos Aires, Argentina - Abril 2023):
___________
A la Lucha.
En especial, a los que, como mi madre, Zulema Angélica, lucharon por la vida para la Vida, y nos enseñaron y ayudaron a vivirla en plenitud de amor y servicio a Dios, al prójimo y a la Naturaleza.. In memoriam.
Y honrando con devoción al Mes de OCTUBRE en Argentina, como MES DE LA FAMILIA; y en su tercer domingo, al DÍA DE LA MADRE...
Era éste un mundo extraño. De gigantes.
Y no me cansaba describirlo.
Mi madre decía que yo era un chico inteligente. Muy inteligente. Y sufría al decirlo. Sus razones eran humanas y dolorosas al justificarse: que yo era el mayor de todos mis hermanos y, además, el hombre de la casa. No había más remedio, pues, que salir a vender. Y ella sufría y revolvía mis cabellos al darme la bolsa, diciéndome: Carlitos, sos un chico inteligente, muy inteligente, pero no puedo, no tengo otra salida...
Y retorcía su rostro y se descomponía anudada por esa tos aciaga que la quebraba en dos, como a esas cañas salvajes que yo veía desmayarse a la vera del río Salado, sacudidas por el vaivén costero del viento desbandado en el húmedo y ceniciento calor de enero. Viento roto y ríspido. Punzante y polvoriento. Plumero sonso y eficiente del puente del ferrocarril que acortaba distancia por el bajío del valle de inundación con que, Santa Fe y Santo Tomé, mis ciudades de sábalos barreros, chijíes amarillos y gorriones tostados, se hacían amigas...
Un mundo extraño, éste. De gigantes.
Como aquella fantástica mole maciza de hierro y humo leñero, que patinaba por el puente largo y crujiente. Estrepitoso y ronco. “Don; ¡tire dié...!”, gritaba yo. “¡Tire dié...!”. Y una lluvia de centavos brillantes me dejaba feliz y hundido hasta las rodillas en el lodazal de aquel Valle de los Pobres...
Ah, pero también muchas veces lo había hecho. Eso de tenderme panza arriba y mirar el cielo, y mirarlo. Mirarlo. Con el susurro de un pensamiento exhalado por mi alma errante, arrobada por aquella inmensidad sin límites de espacio o tiempo. Para despojarlo, si la ocasión lo aprobaba, de aquellas coronas de nubes glotonas que yo deshojaba -como a pétalos de cualquier flor (porque todas son hermosas)- para vestirlas luego de ángeles buenos y serviciales…
La bolsa a un lado.
Terminaba siempre riendo. Crecer y amodorrarme hasta fundirme en la tenue marea azul de lo Alto era…, un sublime placer. Trepado a ella, yo también era un gigante.
Pero ahora estaba bajo el árbol. Y fue como una escalera.
Comencé a crecer desde sus raíces y me precipité, enhiesto y corpóreo, hacia el océano espacial. No sé dónde dejé los ojos; pero, por algún lado, yo miraba. Miraba el cielo. Mi cielo.
Fue increíble derramarme en cada rama. Y penetrarlo con brazadas seguras y firmes, con mis brazos nuevos, de gigante estrenado... En silencio, con todos los sonidos de mis tristezas y angustias difuminadas por el eco pacífico de aquellas verdiamarillas olas mansas.
“¡Vago! ¡Vago!”, me gritó de pronto. Entonces, desperté.
“Vago de m...!”, repitió.
Claro, aquel torpe vecino de cuadra jamás comprendería... Jamás entendería el secreto hablado y habido en la flor de los duraznos, ni la impecable destreza de un primaveral colibrí en celo. Tampoco el valor de los diamantes cristalinos que titilaban en mi cielo...
Corrí entonces hasta el barrio de casitas blancas contiguo a la villa. Tenía que vender. Por suerte, la bolsa seguía a mi lado.
Allí también habitaban los gigantes. Como cercando a ese, mi cielo, a mi rancho frágil y a mis cañas salvajes; a mi viento portentoso, a mis trenes fogosos y puentes de acero burilado; y a aquel árbol centenario y bueno que... (Más joven, claro, que el Algarrobo Abuelo de Antonio Agüero, mi después Poeta de las Cosas Simples y Valederas. Sanluiseño, él. Más argentino que yo, sin duda, a pesar de sus ancestros españoles... Los míos; bien criollos. “Hijo, que hay negrura que no es barro; que a esa no te la puedo sacar... Somos de raza, ¿sabés?”. ¡Qué iba a saber!).
Solo que allí crecían en fila. Hablo del Barrio. De aquel Barrio… Ordenadas las casas, ordenados los árboles, ordenadas las veredas, ordenadas las calles (aún más gigantes que mis zanjas de aguas rústicas y putrefactas), ordenados los autos…
Golpeé la puerta.
Tuve un susto cuando su porte lustrado desperezó un ojo metálico y vivaz. Un chispazo de terror apenas.
Luego, sentí como un agitado trotar tras los muros de la casa. Y un grito agudo. Un grito de semilla de gigantes. Un grito de aquellos críos que, cuando crecen, vuelven a poblar a este mundo de gigantes...
“¡Mamá!” –pude escuchar claramente. “Es uno de esos chicos pobres que venden cosas”. “¿Y qué vende, hijo?” “No sé. Pero tiene una bolsa”. “Bueno, ya voy... Decile que espere un poco; que ya voy...”.
Y fue así como, entre el espanto y la audacia, pude ofrecerle lo que llevaba. Era una amable señora la que atendió. Una gigante hembra y de lo más extraña; porque todo lo que hay en este planeta me parece extraño. Vivo en un planeta extraño.
Es que lo que ella notaba sería fácil de describir (y no me canso de hacerlo desde aquella vez). Pero claro que, para mí, fue más difícil imaginarme como ella me veía: negro como soy y colorado como un tomate.
Sí, me observó de cabo a rabo (una expresión que tomo, lo confieso, de mi tío, el intelectual de la familia). Así como yo miraba al cielo, así me miró.
Hasta que una mueca extraña, como extraño el planeta, le curvó los labios rojos, rojos, recién pintados quizás y semiocultos aún por la ceniza volátil del cigarrillo que hormigueaba entre sus dedos finos, nerviosos y enmantecados.
No compró nada. Dijo que eran caros. Y que mis padres no sé qué.
Yo tomé la bolsa y me fui.
Detrás de ella, el crío sacó –de entre los dientes- una lengua llena de dulce de leche, y se burló.
No entendí nada. Como no entendía al inmundo (perdón: torpe) vecino, de mi cuadra villera, que me decía… “vago”.
De todas formas, aquel mundo era para mí un mundo extraño. De objetos y seres gigantes que no podía comprender ni alcanzar. Excepto con mi voz, o con mi mente, si prefieren...
El sol terminaría aquel día (como todos los días), hundiéndose entre las cortinas verdinegras de las quintas aledañas, y yo comenzaría de nuevo a mirar el cielo (mi cielo), ahora estrellado y entramado por inciertas ecuaciones de vida. Y sabría cuánto y de qué modo había navegado mi planeta hacia Dios. De algún pequeño inmigrante (gigante bueno) -primo marinero- lo había aprendido (Aunque, ¿saben? No sería de él sino de mi madre de quien heredaría el mejor de los tesoros: la fe en Dios -donde estaba papá-. Creo que eso, finalmente, me salvó. Estoy seguro).
Aquella noche hubo sopa de arroz. La luna prestó la luz que nuestros viejos candiles no pudieron dar (porque el almacén de la esquina ya no fía más velas).
Lo cierto es que, entre sueños, volví a escuchar.
Mi madre decía que yo era un chico inteligente. Muy inteligente. Y sufría al decirlo.
Quizás por la manera de referirle yo todas estas cosas. En la sobremesa. O en su regazo, más tarde. Nunca lo sabré.
Pero eso sí; quizás mi madre tenga razón y sea yo un chico inteligente. Cuando cumpla seis años y vaya al colegio, dejaré de vender limones, y escribiré un libro...
Seré un gigante.-
ooo
(1) ADRIÁN N. ESCUDERO - Santa Fe (Argentina), 1986. T.a.: 26-04-2006 y 18-09-2020.
Su versión original integró la primera edición del Libro “Breve Sinfonía y Otros Cuentos” (Colección de Realismo Mágico). Ediciones Colmegna S.A. Santa Fe (Argentina), Marzo de 1990, págs. 41/44.
Integra el Libro Antología “XI Edición Certamen Todos Somos Diferentes”. Ediciones Asamblea Juvenil de Derechos Civiles. Madrid (España. Setiembre 2006. Galardonado con el Diploma de AUCPAZ – UNIÓN DE CULTURAS POR LA PAZ (Cuentos y Poesías para Niños de América Latina) - Grupo “Un millón de versos por la Paz” – Libro Antología “Luces por la Paz” - En solidaridad con los niños refugiados y víctimas de guerra): a beneficio de la UNRWA Spain (Agencia de Naciones Unidas para ayuda al Refugiado: del 25 de Agosto al 30 de Setiembre 2014 – Homenaje al “Día Mundial de la Paz” (21 de Setiembre 2014). Publicado en Magazin2s Gráficos y Virtuales y Grupos Literarios Facebook.-
#autoressantafesinos #comparte
jueves, 14 de marzo de 2024
Reseña Literaria "Azul de otoño" de Zunilda Gaite
"AZUL DE OTOÑO" de Zunilda Gaite
Reseña Literaria 01/2024
Azul de otoño. Autora: Zunilda Gaite. Ilustrado por Arnoldo Gaite – 1era. Ed. - Santa Fe: E-MIGRACION-ES Z.G., 2011. 88 páginas, tapa flexible, 21x15cm. ISBN 9789872396121 1. Poesía Argentina. I Gaite, Arnoldo, Ilus. II. Título CDD A861. Diseño gráfico Ludovico Pieroni Gaite.
Atardece
-sigilosamente-
sobre la filigrana de los sueños.
Delicada urdimbre de sol y luna.
En los pliegues de marzo
atardece/
entre sus randas de hierbas,
perfumes y sonidos.
Sortilegios arcanos.
Ancestral designio.
Por el exilio del viento
rozando el infinito,
bajo
un cielo
AZUL DE OTOÑO,
con la complicidad del silencio
-secretamente-
atardece.
En primer instancia no puedo evitar mencionar el exquisito apartado “Puerta de luz”, que a modo de prólogo o palabras preliminares invita a los lectores a transitar una profunda experiencia de lectura. Sin dudas la escritora Prof. Liana Friedrich, con su estilo y pasión esboza, como reseña literaria, sobre diferentes puntos de análisis la obra “Azul de otoño” de Zunilda Gaite.
Concuerdo con Friedrich que “en ´AZUL DE OTOÑO´ se produce una notable conjunción entre la poesía humanizada (de tono personal, arraigada en el sentimiento y lo emocional) con la poesía pura (donde prima el ingenio, el artificio y lo lúdico), porque Zunilda trasgrede las fronteras entre ambas márgenes para encontrar su propio estilo” (“Azul de otoño”, pág. 7).
En ese estilo “gaitesco” se conjugan características estéticas de la autora que iré observando con esta reseña.
En el inicio (post prólogo) nos encontramos un interludio con palabras de Rubén Vela, que determina poéticamente características de ese “yo lírico”, de ese enunciador, mediante versos, de cavilaciones y sentimientos: “He aquí su palabra. Su salvaje alegría. Su porfiada esperanza.”
A medida que se avanza, en la travesía propuesta, el lector podrá identificar huellas en las páginas que pueden interpretarse como un guía del autor. Entre ellas el léxico, el vocabulario, el aspecto gráfico, e incluso el uso de adverbios terminados en “mente” pueden ser una marca enfática de modo como también una de esas pistas que rinden cuenta de un corpus literario al estilo de su autora.
El poemario se estructura en tres (3) capitulos nominados que se inician con un “Umbral” con el poema “Atardece/AZUL DE OTOÑO”. Comenzar por este portico no es más que dar visibilidad a un ocaso inevitable. Y es ese momento del día que se entrelaza con el concepto de “otoño de la vida”, que se irá presentando a medida se avanza en la lectura.
CAPITULO I “Nace el Asombro” (reúne treina (30) poemas).
Comienza con el poema “AMOR” que desde mi percepción se hace reminiscencia en clave al amor maternal, a ese amor gestado en un vientre materno y al milagro de la vida. En “ELLA” se hace referencia a quien escapa o es libre a través del lenguaje poético. “DESIGNIOS” pareciese recordar las palabras de Rubén Vela “porfiada esperanza”. En “GOTAS” nuevamente la nostalgia de una infancia entrañable queda pintada con agua y naturaleza en el poema. Con “LEVEDAD” siempre enigmático, como en acertijo, pareciese referirse a la luna, a la llegada de la noche y con ella una presencia amorosa, un delicado poema sobre recuerdos de intimidad (“Sutil presencia”, “Sutil deseo”). “FILIGRANAS DE PAPEL”, “ANGELES” nuevamente vuelven a mencionar el tema de la huella o de la permanencia (los hechos o las personas dejen marcas) y con “UNA LUNA BLANCA”, “SUTIL” se retoma a pintar el dolor de una ausencia, o incluso las ilusiones, las esperas (soñar es sin dudas una espera).
Este emotivo capítulo actualiza noches, lunas particulares, geografía, vegetación o follaje, lágrimas o lluvias, brisas o vientos, pero todo con perfume o fragancia a un inolvidable tiempo, hechos o amores.
El color de este capítulo lo describe el poema “FILIGRANAS DE PAPEL”:
“Delicado
sepia.
En abril.”
CAPITULO II “CRECE UNA LÁGRIMA” (refugia veintiún (21) poemas)
Sin dudas es el capítulo signado preponderantemente por el elemento agua, desde las referencias visuales y sensoriales respecto de la lluvia, las lágrimas, la sed, hasta la sequía. La luna siempre presente, quizá porque controla las mareas... quizás porque en la noche es la luz tenue, clara y que no enceguece como el alba, que también se menciona. Desde lo visual se pueden percibir saltos de agua, cascadas o caídas dibujadas con caligramas como en “CERCANÍA”:
Respiro
presencia, ausencia y olvido.
Deambulo
por los laberintos del alma.
Busco
aquella melodía
en la intersección de los caminos.
El aroma del café,
nuestros perfumes,
los azules y los grises.
Busco
que tropiece el miedo,
que
c
a
i
g
a
por la puerta sin cerrojos
del abismo,
que perdure el pulso
y sea verdad
esta supuesta CERCANÍA.
En “CERCANIA” nuevamente se enuncia un “yo lírico” reconociendo la entidad de un otro que está ausente, pero que se mantiene presente y se extraña...
Sin dudas la referencia emotiva por un lugar especial en la niñez, por el sentimiento de lo que bien puede constituir el terruño o el lugar en el mundo del enunciante estan presentes en el capítulo incluso en el rocío, en la tierra, el follaje o en el modo de percibir ese universo (según citan los versos). En el vacío, en la nostalgia que se describe y puede observarse, siempre reluce la mirada esperanzadora... por volver a ese universo (sea lo que cada uno considere que es) y mantenerlo vivo como en un presente, así sea por la memoria, la tinta o estas palabras.
CAPITULO III “DECLINA EL MURMULLO” (congrega doce (12) poemas)
El poema que nos recibe en este capítulo es “AZUL”, y enlaza el azul, el lenguaje, el otoño, y lo oculto... desde mis pupilas no puedo dejar de anclar el título “murmullo” al universo literario de esta obra. Pongo en comunión el murmullo con lo secreto, lo no dicho o lo callado. Es como si en este viaje profundo a los “LABERINTOS” del alma del enunciador se descubren pistas pero aún así los acertijos están estructurados para que las preguntas se puedan responder con la vivencia propia de cada lector, que en definitiva es lo que todo poeta consigue cuando no es literal, cuando colma estrofas con preciosas o enigmáticas metáforas.
Uno puede ser un árbol, que comienza a desojar, o transfigurarse en la última hoja seca del árbol de la vida que somos.
En este capítulo sin dudas se comienza el trayecto final hacia el ocaso, después de haber generado espacios para experimentar añoranza y remembrar los pasajes y las personas de la vida hecha, pero pido se me permita poder interpretar que mediante la poética preciados secretos o sentimientos se cristalizan mientras se va avanzando hacia la conclusión despues de reflexionar o mirar desde la distancia entrañables hechos suscitados. Incluso como una intención de inmortalizarlos, que no mueran en un abismo, en un vacío.
Una sonrisa
juega
sobre las huellas
de la memoria.
Desaloja
ideas.
Arroja
preguntas
sin retórica.
Y encuentra /
la manera
sensible
de medirnos /
por las lágrimas
que derramamos
ANTES /
de enfrentar la muerte.
Sin dudas en esta obra de Gaite hay profundas declaraciones que nos permiten identificar un momento en particular, un estadio presente sumamente importante en lo que respecta a revelaciones existenciales, lo observamos en “NAUFRAGIO” y 3en “PERMANEZCO.
¿Hasta cuándo?
Sé que soy
como una hoja
de otoño
en inexorable
caída
hacia el estanque
para un próximo
NAUFRAGIO.
Último instante.
Nadie aguarda mi llegada
ni me espera
por el perfil de los cerros,
en la memoria del viento
desatado y fresco,
dejándome
habitar
entre mistoles
a la vera de mi pueblo.
Nadie aguarda mi llegada
ni me encuentra
en el silencio de la arena/
en los fugaces castillos de la infancia/
desvaídas sus huellas.
Mi corazón se cubre de cenizas.
Soy apenas polvo en la tormenta.
Sobre el pulso de la vida
PERMANEZCO /
en las nervaduras marfiles
de las madreselvas.
Increíblemente profundo y resolutorio, con “PERMANEZCO” no se habla más que de la perpetuidad, de todo eso vivido, y de volver a ser polvo (con una lectura bíblica), pero con la descripción detallista de una vida en la eternidad, reencarnando en la naturaleza. Vivir eternamente en las hojas es propio de un escritor, sin dudas el “yo lírico” lo enuncia con un juego de palabras, lo declara y lo deja expreso en los versos poéticos.
Como pre-cierre, si se me permite decirlo así y de la mano de la Triología: “Lunas de Abril”; “Tiempo de Almendras” y “Azul de Otoño”, encontramos “MIGRACIÓN”, que pareciese un pasaje o portal a la infinitud, por la forma espiralada abierta del poema (caligrama).
En el final (o principio de este viaje cíclico) encontramos el poema “AZUL DE OTOÑO” en la contraportada, con un mensaje profundo e invitación expresa a la lectura de este universo nostálgico, melancólico y de huella fuerte en una vida.
Cada etapa de la vida puede ser como una estación, incluso cada experiencia puede atrapar el verano, la primavera o el invierno...
Una vez cerrado el parlamento [como los círculos o las circunsferencias lunares diseminadas por toda trilogía] se resguardan en las páginas los recuerdos, los sentimientos, las lunas...
...lo que parecen secretos enjaulados en el alma son finalmente liberados como una familia de gaviotas que se lanzan hacia un horizonte -azul- que se recorta en el agua de un otoño eterno.
Placer leer la trilogía, y con deseos de releerla en cualquier momento.
ESTRELLAS: 5/5
¡Buena vida Luchadores!
Links:
“Para Leonel Álvarez Escobar, este modo de encontrar un cielo azul en el otoño de la vida manteniendo viva la esperanza” (Zunilda Gaite, 8/06/2017. Sta. Fe)
"Muchas gracias, Leonel. Generosa apreciación a través de una mirada sensible, atenta, perspicaz y decididamente comprometida." [ZUNILDA GAITE, post lectura de la reseña. 15/03/2024. Santa Fe] 🌸
miércoles, 26 de abril de 2023
Reseña literaria "LA SALIDA (en la Primavera de las tumbas)" de Adrián Escudero
RESEÑA LITERARIA DE "LA SALIDA (EN LA PRIMAVERA DE LAS TUMBAS" DE ADRIÁN ESCUDERO
MAGNIFICA OBRA LITERARIA DEL ESCRITOR SANTAFESINO Adrian Nestor Escudero
ESCUDERO, escritor que recientemente ha recibido un Reconocimiento como Santafesino destacado por el Honorable Concejo de la ciudad de Santa Fe, postulación avalada desde ASDE y la propia Presidencia del Concejo, nos brinda una maravillosa experiencia de lectura, con "La Salida (en la Primavera de las tumbas)".
Nicola Gianforte ha vuelto a la vida, después de muchísimos años en un claustro mortuorio. Luego de la reencarnación iniciará un viaje en el nuevo mundo. En este camino, solamente unas pocas horas le muestran una realidad desoladora y angustiante. ¿Acaso la humanidad no logrará aprender de los errores? ¿Cómo es la vida en la tierra futura? ¿Quienes merecerán los "boletos rojos" para salvarse de la anhiquilación?
Una ficción escrita con un léxico y vocabulario exquisito, una destacada gramática y una historia que nos va atrapando en cada capítulo, es sin dudas una oportunidad para la introspección, la reflexión, y por supuesto el disfrute de la literatura y sus universos. Es futurista, pero ¿Vamos realmente hacia la última primavera?
No puede negarse porqué este texto recibió premios y ha sido incluído en diversas publicaciones.
Agradezco la dedicatoria a mi persona por parte de este admirado escritor.
¡Felicitaciones al autor!
ESTRELLAS: 5/5
Link de DESCARGA AMAZON: https://www.amazon.com/Adrian-N-Escudero-ebook/dp/B07BZMFNYQ/ref=mp_s_a_1_1?crid=1NJUQQ8ALL06N&keywords=los+%C3%BAltimos+dias+y+otros+Adrian+Escudero&qid=1682523655&sprefix=los+%C3%BAltimos+dias+y+otros+adrian+escudero%2Caps%2C271&sr=8-1
LA SALIDA (EN LA PRIMAVERA DE LAS TUMBAS) (1)
A Joanne K. Rowling, Reina de los Hechizos Cotidianos, quien me devolvió la infancia y la magia de ser niño…
Y a todos los colegas hispanoparlantes en el Verbo, y hermanos en la Fe y Humanidad. En particular, a los escritores santafesinos, Dra. Lic. Gertrudis Pocoví y su mágico libro “La Plegaria de Don Vitto”; a Oscar Ángel (Cacho) Agú, Poeta Egregio de las semillas laguneras,, filósofo y creador de sus nutrientes hojas poéticas “Luz Azul”; y al incansable y joven promotor cultural, y talentoso literato y Poeta, Leonel Álvarez Escobar...
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Tambores
Algo así como el retumbar de cien gigantescos tambores golpeó las sienes del extraño hombre. Pero, lejos de tomar su cabeza para contener la andanada de sonidos que, desde la eternidad, agrietaba sus tímpanos, desplegó una ansiosa e inquietante sonrisa entre las sombras de la negra y siniestra concavidad de sus ojos vacuos. Era ese el modo con que Nicola Gianforte expresaba su anhelante felicidad...
Podría volver a sentirse vivo.
Nicola Gianforte sacudió su espíritu. Una carrada de polvo y nicotina se acumuló en torno de su alma amarilla. Claro que, a Nicola, poco importaba la sequedad y dureza de aquella sustancia que acostumbraba reposar en el lecho húmedo y frío al que había sido destinado un siglo atrás.
Mas, Nicola, no sufría en esta singular postura donde el ocio reinaba como la eternidad; donde su oficio y amigos eran sólo parte del polvo que, el retumbar de tambores, le había obligado despegar. Y esto era, quizás, porque Nicola tenía en su muñeca –atada fuertemente- una bolsa blanca, muy blanca, casi brillante... Y bien sabía él que, dentro de ella, estaban sus mejores joyas y aciertos: esos pequeños y elevados sentimientos –obras- que había llegado a construir a pesar del barro y de la nicotina.
La bolsa blanca y brillante no era muy grande, pero tampoco insignificante. De ningún modo. La bolsa blanca era lo suficientemente adecuada como para asegurar que, allí, sobrarían elementos para enderezar a un alma simple y amarilla.
Sin embargo, el toque de tambores no había sido para que Nicola Gianforte extrajera su carga y se pusiera, con paciencia y entusiasmo, a refaccionar cada centímetro cuadrado de su ego. El toque advertía, sí, que el momento de la salida estaba cerca...
Cuando a su creciente murmullo se agregaran los tañidos invisibles de un millar de campanillas, ocultas a la ilusión, entonces, podría levantarse de su cama, vestirse, abrir la puerta de su inevitable encierro, y lanzarse –como lo deseara en aquel día- al mundo, a sus calles, a sus máquinas y hombres, a sus cielos y árboles, estrellas y relámpagos...
Nicola lo sabía. Por eso, lejos de alivianar su figura, la tensión de la espera lo aplanó de un golpe sobre la piedra lisa, húmeda y fría, detalles éstos en los que nunca hubiera reparado.
El Cuarto de los Vestidos
Todavía persistían los ecos del milagroso resonar. Las campanillas mecidas en forma tenue, acompasada y alegremente, contagiaron de estupor la estrujada estantería sobre la que, Nicola Gianforte, levantara su otrora humanidad.
La sonrisa pareció volver, nerviosa, a enquistarse en la borrosa tez; luces y sombras cavaron indefinidos sesgos en el ondulante caminar de un espectro que, con lentitud, se aproximaba al Cuarto de los Vestidos.
No obstante, a pesar de la lógica emoción que nublara su conciencia, el extraño hombre efectuó un despeje total de los residuos acumulados en su lúgubre estancia. Y aunque para alguien como don Nicola, los colores y las formas, los olores y sabores sólo ahora podrían volver a tener sentido, y poco importara que la antedicha habitación hubiera sido pintada de gris y su cama fabricada en el más ruin cofre de tinte caoba con pulido especial, el viejo fantasma había sido siempre un amante del orden y de la pulcritud. Su vida austera relucía, en verdad, como la del mejor acomodado y merced a una constante preocupación sobre la idea de que, no sólo era cuestión el comprar algo, sino mantenerlo bien después. Así que hasta aquel apretado cubículo sombrío comprobaría la delicadeza con que, el viejo italiano, tratara a las cosas...
Después que la caja estuvo reluciente, el puntilloso fantoche escrutó –con mirada inquisidora- todos sus rincones, dio una auto-aprobación a lo hecho –meneando las brumas de su inteligencia- y giró en redondo comprobando que la blanca bolsa estuviera firme en su lugar... Agitó las tinieblas de su muñeca derecha para estar seguro también de que, una caída voluntaria o accidental, no le acarrearía disgustos; y, luego, sopló con precaución hacia delante, y la puerta del cuarto se abrió chirriante dándole paso.
Nicola Gianforte avanzó sobrevolando el umbrío corredor rumbo al punto de luz que brillaba al final del angosto pasillo. La humedad colgaba de éste como llovizna y el frío se apelotonaba en los racimos musgosos de su negra corteza. Pero esto tampoco interesaba. Sólo el punto de luz tenía razón de ser. Era un círculo giratorio que crecía con cada paso del viejo. Al cabo de cien metros, el punto se había transformado en un enorme agujero de cerradura que alentaba la posibilidad de develar los misterios ocultos por tamaña puerta.
Excitado, el anhelante espíritu sopló sin dudar sobre el pozo de luz, y un sonido conocido se dejó oír al descorrer su secreto la Puerta del Cuarto de los Vestidos.
Los tambores sonaron y el incendio tornó rojos sus movimientos. La luz, derramada en cascada sobre su impresionable ánimo, lo inventó una y otra vez al avivarlo en fuerza y energía.
Nunca había visto nada igual.
Los vestidos y los cuerpos del Cuarto castigaron sus despojados ojos con un millón de matices y diseños. Aquello era... ¡fantástico! El gran cubículo parecía no tener fin. Allí estaban, ordenados, los modelos de hombres y de trajes que, alguna vez, caminaran fuera. Y si aquella impactante visión lo había conmovido profundamente, una razón como la suya, amante de la disciplina y de la pulcritud, no pudo dejar de admirar también la fina atención puesta en conservar a aquel trillón de maniquíes...
El espectro aleteaba las sombras de sus manos y señalaba algún cuerpo célebre –no era cosa de todos los días ver a don Ray Bradbury esbozar su obesa e invitante sonrisa, o a don Federico Chopin cavilar notas en derredor de su desgarbada estructura, o a don Eduardo Manet discutir su nueva técnica de mostrar al mundo- y las confundía con las sombras de su boca en gesto admirativo, o con las sombras de su cabeza en gesto dubitante... El cuello le giraba de izquierda a derecha, mientras sus pies intentaban la marcha por la amplia vereda que dividía, centralmente, a tan inesperada colección, de la cual, más tarde, formaría parte.
Calculó que ambas filas debían extenderse hasta los confines de la eternidad, y que, su pensamiento de intentar conocerlo todo, era tan descabellado como increíble el gesto del dios de permitirle una salida antes de marchar, con él, definitivamente a Palacio.
“¡Volver a vivir...!”, cantaron las bocas de los cuerpos inanimados. “... a vivir!”, y el coro perfecto hizo temblar la luminosa galería para luego, de golpe, acallar su sentencia sin que resonancia alguna perdurara en el recinto...
Nicola Gianforte detuvo su andar. De pronto, sus pies quedaron fijos en el suelo marmolado de blanco. Una angustia imprecisa turbó su conciencia y el cúmulo de sombras se aquietó, tenso, esperando...
“¿Cómo sería?”, se preguntó. “Creo haber sido claro por entonces”, masculló. “Tenía que ser alto, robusto, cabellos negros y ondulados. Los ojos, azules. Azules. Eso sí: nada de cambios. Mamá decía que papá los había traído del fondo del Mar Mediterráneo...”, recordó.
Claro, pues; podía renunciar a sus cabellos rubios –luego canos- o a su figura escuálida –luego obesa- pero no a sus ojos azules -por siempre azules-. Así que había sido claro: alto, robusto, cabellos negros y ondulados. Pero ojos... azules!
También había pedido un rostro magnánimo; y que profusos bigotes suavizaran las palabras nuevas de su boca nueva. ¡Y dientes! Quería dientes blancos. Los suyos habían quedado como hojas de otoño.
Debía aparentar unos treinta y seis años.
Las cejas, medianas. El cutis, lozano (nunca había fumado). Casi sin arrugas... ¡Y las manos! Las manos finas; manos con dedos largos y mágicos que supieran tocar el piano o escribir un cuento, o pintar un cuadro... En cuanto a la ropa.... Bueno, eso sería cosa del dios. La moda habría variado bastante y no podía caer al mundo despistado, ya que, en vez de observador, resultaría analizado, comentado, burlado y perseguido por monigote. Sí, el dios vería. Después...
Después estaría listo para saber cómo había evolucionado aquello.
La Noche del Día de la Salida
Nicola Gianforte cerró los ojos de su inteligencia y esperó. Un par de segundos...
Su alma amarilla palpó la tersura de la seda que comenzaría a rodearle hasta que, al abrir los párpados, lo mostrara completamente nuevo y joven. Alto, robusto, cabello ondulado y negro. No había espejos que reflejaran la armonía de aquel cuerpo. Pero Nicola la sentía. Y hasta podía adivinar que sus ojos eran azules...
Estos se movieron con la misma velocidad con que sus manos recorrieron la nueva piel, fresca y vellosa, forrada en un ajustado enterizo azul acero. Un cinto plateado rodeaba su cintura y un metálico reloj marcaba los microinstantes del tiempo de los hombres prendido a su muñeca izquierda. Estaba listo. Preparado para el gran salto. Por supuesto, todo había resultado extraño, mágico y casi inexplicable. La promesa del dios, luego de aquella discusión sobre el futuro, se cumplía al pie de la letra. Y ahora sí, Nicola Gianforte pudo advertir todo lo húmedo y frío que, ungido de raíz, teñía de negro la subterránea morada.
La bolsa blanca desapareció, súbitamente, de su vista. No hubo tiempo para preguntas tontas. Era lógico que ello sucediera.
Sus pasos resonaron dentro de la bóveda. Ya no sobrevolaba la tierra sino que la apretaba entre los dedos envueltos en aquellas lustrosas botas de cuero negro. La Puerta del Cuarto de los Vestidos selló nuevamente el misterio, y, el pozo de luz, volvió a ser un punto decreciente a sus espaldas. Pocos metros faltaban para salir de allí, aunque no había resplandores que anunciaran al mundo.
Sería de noche.
Y habría estrellas...
Esas incontables guedejas de calor que pespunteaban la soledad del universo estarían esperándole a él. Le darían el sentido y la dirección necesarios para sortear las cruces, trasponer el rejado y caminar las calles de la antigua ciudad de inmigrantes. El dios había tenido cuidado en ensombrecerla. Cualquiera que hubiera advertido su presencia inesperada, lo habría denunciado como a un monstruo onírico escapado -como un zombie- de aquellas tumbas de la Ciudad del Descanso. Y Nicola Gianforte era, en este momento, un hombre más respirando aquel aire abrasador que le anudaba la nariz ahogando sus pulmones...
Siguió avanzando. Allí estaba la pequeña loza gris. Ahora la levantaría, despacio, como si en realidad nada ocurriera.
Excepto la noche.
La Noche del Día de la Salida.
Tal como pensara, una estrella guió sus pasos. La Ciudad del Descanso había cambiado. Mucho. Cien años era bastante tiempo. Se había vuelto más intrincada. La aglomeración de criptas era pasmosa; tan pasmosa como la quietud del lugar.
Cuando recapacitó sobre lo que estaba sucediendo, se sintió –en cierto modo- otro dios. ¿Cuántos hombres habrían soñado con esta oportunidad? Al cabo del fin, volver en la distancia a comprobar si el amor y la razón habían triunfado sobre el egoísmo y la necedad...
A pesar del aire tórrido que circulaba en las aceras desiertas de los alrededores, la piel nueva y fresca de Nicola Gianforte se erizó de escalofríos. Es que su mente traía del pasado el recuerdo de la Gran Crisis. Sus años de empleado sanitario, el hambre de su familia extranjera, las horas de sueño amontonadas en escaleras abarrotadas de vagabundos sin destino; las luchas en fábricas y estaciones de trenes, las manifestaciones, los disparos de armas que cargaba el Diablo y descargaban los infelices...
Su asesinato.
Se vio allí, frente a la Compañía Química. Con Ángelo caído en la refriega. Ángelo, su amigo. Había que ayudarlo... Pero, de un soplo, la vida se les había escapado por el hueco sangriento que perforaba sus costados...
Nadie supo bien lo que ocurría. Todos opinaban... Claro que, en la nueva habitación, uno olvida el pasado, cuelga los recuerdos, y sólo sirve para descansar...
¿Dónde estaría María? ¿Y Lucio, el mayor...? ¿Y Susana? ¡Cuánto tiempo había pasado ya! Tal vez..., de haber seguido recorriendo un poco más el Cuarto los hubiera encontrado: quietos, alineados, sin vida, pero limpios y ordenados. Y si el dios lo deseaba, hasta podría haber conversado con ellos...
Sin embargo, Nicola, a pesar de su apocalipsis personal, jamás había dejado de insistir. Confiaba en el hombre.
Cuando aquella tarde nubosa un látigo de fuego le nubló los ojos, y los carteles de colores se apagaron, y las flores de Parque Chico se marchitaron, y los árboles de su casa se conmovieron, alcanzó a perdonarlos. Estaba seguro que alguna vez aprenderían...
Y le dijo al dios. Le dijo que estaba seguro de ello. Que, como buen siciliano, podía ganar a un vasco en porfía. Que estaba dispuesto a hacer una apuesta con él si era tan desconfiado.
Y el dios había aceptado. Si ganaba, estaría a su lado como príncipe. Si era derrotado –por segunda vez- tendría que ponerse a sus órdenes y darle ayuda en los quehaceres del Palacio.
No era que el dios odiara a los hombres. Por el contrario, los amaba infinitamente. Les había dado vida, inteligencia y oportunidad de hacer las cosas bien, pero sabía algo que, Nicola Gianforte, nunca comprendería: la libertad era un don demasiado grande e importante como para manejarlo sin compromiso con el Bien Común...
Pronto los muros de la necrópolis quedaron atrás. Se asustó un poco ante el silencio que habitaba la ciudad. No dejaba de mirar hacia arriba, agudizar sus vírgenes sentidos y contemplar los monumentos que la Humanidad erigiera como agudos alfiles emulando a Babel...
Al final de la primera calle que tomara, rumbo al oeste, dio con una gran avenida. Le sorprendió su ancho aproximado a los doscientos metros, y su aire arrollado por el invisible paso de algunas pocas ruedas susurrantes lanzadas sobre la plana superficie gris a fantástica velocidad.
Mucho de los carteles, de exagerado largo, estaban apagados.
Miró su reloj: marcaba las doce de la noche. También le sorprendió el hecho de que, ninguna ventana de aquel centenar de rascacielos, emitiera destello alguno. La ciudad parecía tan muerta como el lugar de dónde provenía. Algo pasaba.
La sirena aturdió su cerebro inexperto y sobresaltó su joven corazón.
Estaba cruzando la Avenida Mayor –así denominada- cuando, de pronto, la estridencia se interpuso entre su temple y su miedo obligándolo a correr. La sirena parecía decir: ¡Alto! ¡Deténgase!, pero Nicola Gianforte había puesto alas a sus pies, y la serie de persianas ocultando escaparates de bazares se volvió un centellear de líneas que, a jadeantes trancos, lo encerró en aquel callejón cerca de un tanque recolector de residuos.
La sirena siguió su rumbo y se perdió a lo lejos. Algo pasaba. Estaba muy confundido.
La carrera despertó en su vientre nuevo un ancestral deseo: tenía hambre. Miró a su alrededor, y las sombras del callejón le negaron toda esperanza de probar bocado.
Las horas transcurrieron pesadamente. Una luz amada lo sorprendió dormido, recostado sobre el tanque. El alba lo despertó. Ahora sí sus oídos percibieron mayor movimiento en la ciudad, aunque no tanto como podría haberse esperado.
Tal vez, en algún lugar, un vaso de leche fría con dulce y tostadas estuviera esperándole. Su aroma refrescante tocó de modo imaginario las entradas de su atosigada nariz, pero la Patria del antiguo ayer, estaba lejos. Muy lejos de ahí...
Unas gotas de sudor le llagaron el rostro y entumecieron su boca. Tenía hambre y sed. Y sentía calor. La atmósfera explotaba en persistentes iones de energía, mientras el cielo, libre de nubes, era inmensamente azul. Como sus ojos...
Se levantó. Acomodó su enteriza vestimenta, y marchó por las veredas de la Gran Avenida, bien pegado a los muros de los gigantes que atomizaban su humanidad.
Por otra parte, la gente no se mostró atrevida como lo hubiera deseado. Eran sendas fugaces y nerviosas las que surcaban su entorno. Los vehículos iban y venían con rapidez por el amplio circuito, o podía vérselos elevar y aterrizar en las terrazas lejanas de aquellas soberbias torres de vidrio y acero. La ciudad ahora latía.
--- ¡Eh! -la voz sonó ronca y dura-. ¿Qué hace ahí? –demandó.
Nicola salió de su clima meditabundo, y, abandonando el paso lento y cabizbajo, giró la cabeza hasta encontrar la mirada de su interlocutor.
--- ¡Venga! Puedo llevarlo. ¿Se ha descompuesto su vehículo? –preguntó la voz.
Nicola dudó.
--- Claro. Sí... Iba hacia Parque Chico.
--- Ah, bueno. Puedo acercarlo. Pero..., ¿a Parque Chico dijo usted? Ese lugar no existe por aquí. Tal vez se refiera a Parque Dickson... –la voz cambió de tono y se trocó en manifiesta amabilidad.
--- Eh... Sí. Eso es. Parque Dickson... –asintió Nicola: no en vano había pasado un siglo por allí arriba.
El vehículo partió zumbando rumbo al norte, y quien lo manejaba no osó preguntar nada más. Era un hombre maduro, de unos cincuenta años; su cabello había sido teñido de azul y el rostro mantenía una sorprendente lozanía. Casi como la suya. Esto hizo que, Nicola, dudara al fin sobre su probable edad.
El Parque se mostró inmenso y solitario. Inhabitado.
--- Fue un milagro... –dijo el conductor al par que apretaba una serie de botones coloridos.
El coche se desplazó sobre el césped del parque sin dañarlo, pues las ruedas se habían replegado dando lugar a una fortísima presión de aire comprimido.
--- ¿Un milagro? –dijo Nicola a modo de singular turista.
--- Sí. Voy a casa –agregó su guía-. Me esperan. Tengo a mi esposa y a uno de mis hijos allá. El otro se ha escapado. No he podido hallarlo, pero estoy seguro de que estará a tiempo en el sitio... Tenemos que apurarnos –expresó luego con preocupación-. La radio aseguró que faltan sólo dos horas para que comience. Nuestra familia tuvo suerte. Tenemos los boletos rojos, así que... mientras haya vida habrá esperanza.
--- Claro... –contestó Nicola sin entender nada.
El hombre podría haber preguntado por él. Si a él también le había tocado el boleto rojo. Pero algo difícil e injusto podría haberse ocultado en tal pregunta. Así que guardó silencio. Y Nicola prefirió callar también. Ya vendrían las respuestas a lo que sucedía. Tenía dos horas para encontrarlas...
Brigada de Niños Exploradores
El hambre, implacable, lastimaba las entrañas del resucitado. Una canilla de riego salvó su sed, pero el líquido cayó tan pesado en su estómago vacío que, al cabo de un rato, estaba vomitándolo sobre la encinta gramilla. En ese momento pensó que hubiera sido mejor haberle pedido al dios un cuerpo de caballo y no de hombre; aunque, por supuesto, seguro lo habrían perseguido, capturado y encerrado en un zoológico como ejemplar insólito, pues dudaba que, en esta época, alguien recordara las bondades de un equino.
Miró el reloj. Las nueve de la mañana. Faltaba una hora y cincuenta para que sucediera lo que hubiera de suceder, según el hombre de vehículo errante que lo acercara al Parque…
--- ¡Eh, niño!
El niño corría entre las flores, se revolcaba, volvía a ponerse de pie, y apretaba un minúsculo botón del aparato que sostenía entre sus manos.
--- ¡Eh, niño! ¡Espérame…! –gritó Nicola emprendiendo veloz carrera.
El muchacho, asustado, se ocultó bajo un arbusto, manteniendo la respiración.
--- Oh, no tengas miedo. Por favor…
El niño tendría unos doce años. Era inefablemente rubio y pecoso. Vestía un enterizo verde con un cinto amarillo aferrado a la cintura. Era bastante delgado y, de súbito, como un payasito de caja-sorpresa estuvo de pie.
--- ¿Qué quiere? –preguntó molesto.
--- ¡Discúlpame! Es que por aquí no hay nadie a quien preguntar cosas.
--- ¿Qué cosas? –dijo el chico permaneciendo inmóvil y ocultando su delicado aparato.
--- Bueno, por ejemplo, qué hace un niño como tú por aquí. No veo a los mayores, ni a otros chicos siquiera…
--- Soy de la Brigada –respondió el pecoso secamente.
--- ¿De la Brigada?
--- Sí. De la Brigada de Niños Exploradores.
--- Ah, entiendo… -dijo Nicola sin entender nada-. ¿Y qué se supone hace una Brigada de Niños Exploradores…? –consultó.
El pecoso hizo un gesto dubitativo con la boca, se frotó la barbilla brotada de sol, y, señalando con el dedo su pecho, afirmó:
--- Soy su Jefe.
--- Oh, claro… Muy bien. Eres el Jefe. Bueno, ¿puedes decirme entonces qué hace una Brigada de Niños Exploradores?
--- Pero… Se supone que cualquier persona sabe lo que hace una Brigada de Niños Exploradores. No parece usted de este mundo.
--- Es que… Lo que ocurre es que he estado muy enfermo y… he olvidado algunas cosas. ¿Me crees? –mintió Nicola, muy nervioso…
El niño, en cambio, estoico en su puesto, rodeado de hojas y de flores y con la mano derecha pegada a sus espaldas, respondió serenamente:
--- Bueno… Verá usted: una Brigada de Niños Exploradores es un pelotón de chicos que buscan objetos valiosos para los Archivos.
--- ¿Los Archivos?
--- Sí. Papá ha dicho que, dentro de una hora y media, los otros comenzarán a romper todo lo nuestro. Y nosotros trataremos de responderles. ¿Entiende?
--- No. Creo que no.
--- Papá dijo una palabra. Era corta. Sin embargo, no la recuerdo. Dijo que era una palabra muy empleada en otros tiempos por el hombre, y que ahora…
--- Claro… Dime, ¿tus padres tiene boleto rojo?
--- Sí, por supuesto. Y los papás de los chicos de todas las Brigadas también. Este es un trabajo importante.
--- ¿Qué buscan?
--- De todo. Mariposas, flores, hojas, pájaros, trozos de corteza, frutos, y además, sacamos… fotografías. Y filmamos también.
--- ¿Fotografías? ¿Filmar?
--- Sí. Yo soy el Jefe. Debo filmar y fotografiar. Las fotografías son lo más importante de un Archivo. Las fotografías perduran… De hecho, ni qué hablar de los vídeos…
--- Y dime: ¿qué es o para qué sirve ese… boleto rojo?
--- ¿Tampoco eso recuerda? Entonces… ¡usted no tiene boleto rojo!
--- Creo que no. Y tampoco sé por qué no lo tengo.
Nicola supo que había tomado la punta del ovillo. Sólo había que intentar desenrollarlo bien.
--- Pero…
El niño salió de su escondite, desvió la mirada hacia su izquierda y advirtió la llegada de varios niños más. Todos portaban unas bolsas pequeñas que parecían completas de carga.
--- Allí vienen. Traen lo que les pedí.
El niño pecoso pegó un grito y los demás comenzaron a acercarse hasta su posición.
--- Son Lemour, Katia y Morsk. Lemour trae hormigas; Katia, mariposas; y Morsk, escarabajos…
Nicola enmudeció.
--- ¿Encontraron todo? –gritó el pecoso.
--- Sí… -dijo el trío que avanzaba a grandes trancadas.
--- ¡Bravo! –exclamó el pecoso, y marchó a su encuentro.
Nicola sólo atinó a girar su cabeza y a cerrar los ojos cegados por el sol que coloreaba la floresta del Parque. Los juegos metálicos brillaban y, de pronto, oculto tras una arracimada cortina de árboles, el Cohete erigido en el centro del área apareció aprontando sus motores, listo para partir…
Los niños corrieron y corrieron hasta quedar a unos cien metros de él, y, de cuclillas, revisaron el tesoro de bichos y objetos que habían conseguido recolectar.
Entonces, el pecoso hizo un gesto y los otros tres dieron un brinco, tomaron sus bolsas y se perdieron en gran carrera hacia la zona de monobloques que circundaba el espacioso terreno verde.
--- ¡Nos vamos! –dijo el pecoso.
Levantó su mano y Nicola sintió el alma del niño dentro de sí.
--- ¿Se van? ¿Adónde? ¿Por qué? –preguntaba Nicola en forma atropellada, y viendo que la oportunidad de aclarar la situación se escapaba…
--- A casa. Después al Refugio. Allí estaremos hasta que pase todo. Créame que lo siento. Siento mucho que usted no tenga un boleto rojo. Nos esperan. Nosotros no podemos … Nuestros padres se volverán locos. Nos hemos demorado en el trabajo…
--- ( …).
--- … y creo que ya deben estar bastante preocupado con nuestra fuga. Pero es la Primavera. La última quizás, y no podíamos fallar… ¡Adiós!
El niño rotó sobre los pies y cruzó a tranco con sus amigos el ancho del Parque, espesando aún más su vacío humano.
Nicola había quedado solo. Y hasta había comprendido todo.
Guerra…
Primavera de tumbas
… La guerra vendría con esta arredrada primavera.
El canto de la tierra acongojó su corazón y lo tornó húmedo y frío. Nicola sintió que las lágrimas dolían.
Miró de nuevo su reloj. Faltaba media hora para que comenzara. Y el aire tórrido –otrora fresco, hace un siglo apenas de las nueve y media de la mañana- que enrojecía su piel, era simplemente el calor adelantado por el sudor del miedo que bañaba las vidas de una Gran Ciudad…
Inerte sobre la gramilla reverdecida, pareció escuchar los pasos de su niñez imaginando filmes, golpeando chaparelas en las paredes despintadas del barrio o surcando aerolitos de caña y papel con los colores de su equipo de fútbol favorito.
Estaba derrotado.
El dios no se había equivocado. A pesar del tiempo nada habían aprendido. Y eso dolía. Dolía como un pedazo duro de pan en una mesa desierta o un chocolate negro escondido tras una vidriera indiferente…
--- ¡Canten! –gritó.
Y el eco de su voz despertó a los jilgueros.
--- ¡Arrullen! –gritó.
Y al cucú de las palomas del Parque coreó la última existencia.
--- ¡Reciten! –gritó.
Y los Poetas clamaron su elegíaca añoranza.
Después, arrodilló su cuerpo, besó la tierra con devota unción, y se puso de pie.
La tumba esperaba.
Y afuera, un torbellino de gentes sin pasaje al mañana empezaría a correr, a sacudirse, a tropezar y a suplicar en medio de un espanto sin fin que alzaría sus cuerpos muertos hacia los dioses, como el polvo de un billón de tumbas errantes…
Nicola Gianforte atravesó, abatido, el pasadizo oscuro, húmedo y frío de su hogar. El pozo de luz volvió a surgir frente a él, y la Puerta del Cuarto de los Vestidos se abrió a su hálito fantasmal.
Se quitó el cinto plateado y el traje azul acero. El reloj se desintegró súbitamente. Pronto la materia fue una enorme sombra. Una sombra con alma amarilla y una bolsa blanca atada a su muñeca.
Los cuerpos seguían allí, limpios, quietos y ordenados. Nicola alcanzó a preguntarse algo antes de volver sobre sus pasos para quedar encerrado en el viejo cofre caoba: “¿Dónde pondría el dios a los que llegaran? ¿Habría lugar aún para tantos?
Y hasta pudo adivinar quién sería el encargado de que ello fuera posible.-
ooOOoo
(1) ADRIÁN N. ESCUDERO. Santa Fe (Argentina). Texto ajustado al 24-06-2004.-
Integra el Libro LOS ÚLTIMOS DÍAS (Y Otros Cuentos) – Formato E-book Editorial AVE VIAJERA S.A.S./AMAZON.COM (Tiendas Kindle Store - https://www.amazon.com/dp/B07BZMFNYQ (Colección de Ficción Conjetural y Metafísica) - Abril 2018. Su versión original (16-05-1976) integró la primera edición del Libro “LOS ÚLTIMOS DÍAS”, Ediciones Colmegna S.A., ob. cit., págs. 103/118. Dicho Libro Gráfico fue declarado PIONERO DE LA LITERATURA DE CIENCIA FICCIÓN (LITERATURA DE ANTICIPACIÓN O FICCIÓN CONJETURAL) en la 1a. Circunscripción Judicial de la Provincia de Santa Fe (Argentina).
Premio “CIUDAD DE SANTA FE 1976” de la ASOCIACIÓN AMIGOS DE LA BIBLIOTECA MUNICIPAL “Bernardino Rivadavia” (Santa Fe, Argentina).
Seleccionado VIIº CERTAMEN INTERNACIONAL DE POESÍA Y NARRATIVA BREVE - Editorial Nuevo Ser (Letras del Mundo 2005), Buenos Aires (Argentina), 15-09-2004 - Antología Cooperativa.
Publicado el 08-10-2005 en el Magazín virtual MUNDO CULTURAL HISPANO (Círculo literario de Alicante – España – Director: Denis Roland-España).-
Publicado el 19-04-2023 en otros Magazins Virtuales, Foros y Página de Autor FACEBOOK "ADRIÁN N. ESCUDERO", Santa Fe (Argentina); y Grupos Literarios FACEBOOK del ámbito local, nacional e internacional.-
jueves, 1 de septiembre de 2022
Espíritu inquebrantable
Entonces,
aquí estamos
mi espíritu inquebrantable,
mi sagrada fortaleza...
Después de transitar
un poco más en el
camino de la aprehensión...
Renaciendo a cada instante,
cuando las sombras se revelan,
cuando lo dicho se convierte en
filosas navajas...
Aquí estamos,
ni víctima ni victimario,
solamente es un día doloroso, y
el camino a la sanación también
se inicia hoy,
como tantas veces antes.
Pero si un niño puede
convertirse en luchador,
después que oscuras manos,
se limpiaron en su suave piel,
el hombre en el que te has convertido
la tendrá más fácil,
eso quiero pensar,
eso deseo, eso espero...
Encender una vela por cada dolor,
y anhelar que cuando se apaguen,
se extinga el dolor y que
el espíritu comience a
llenarte de energía el corazón,
parece el ritual certero,
para el necesario duelo.
¿Tenemos lo que merecemos?
No, parece que no,
porque la vida no es siempre justa,
pero debes sobreponerte y seguir,
y elegir estar con quien haga sobresalir
tu version más brillante.
Los luchadores jamás se rinden,
empiezan de a rato, de a ratos
sin nada en sus manos, pero
Jamás se sienten vencidos,
apuestan a seguir en lid, y
luchar por sus sueños,
sobretodo por el amor.
Que así sea.
- - - - - - - - - - - - - - -- - - - -
"Espíritu inquebrantable", Leonel Alvarez Escobar
"Alba. Es el momento de aclararse. Inédito, 2022.
Foto: "Ritual para un duelo" de Leonel Alvarez Escobar
martes, 12 de julio de 2022
7 Claves importantes para mejorar como escritor
No es fácil presentarles está información, porque todo escritor más allá de la herramientas o claves posee algo innato en si mismo, algunos desarrollan si talento con lectura y siendo autodidactas, otros consideraron realizar talleres, otros Carreras de profesorados, pero nada garantiza la capacidad de transmitir un mensaje mediante lenguaje poético y llegar a los lectores.
Más allá de esta introducción pondré luz al tema, expresando que ese talento para la escritura literaria se puede mejorar o potenciar o llevarse a los lectores por muchos modos y canales. A estos recursos les podremos llamar claves. Y si bien son muchas, encontré un artículo que nos presenta 7 importantes claves para mejorar como escritor, a lo que yo lo modificaría: 7 claves para mejorar cómo escritor y promoverte cómo autor. Una cosa es escribir y otra es publicar.
El artículo comienza con interrogantes: 1) ¿Qué formación puede ayudarte a mejorar como escritor?
Cuando se trata de conseguir los mejores resultados como escritor, existen hoy en día algunas formaciones que pueden ayudarte a aprovechar todo tu talento para que te conviertas en uno de los mejores escritores. Ten en cuenta que la escritura, al igual que cualquier otra profesión, necesita de una constante formación para ir consiguiendo la redacción de mejores libros.
También nos ofrece un tip específico: Formación de utilidad
Para conseguir una mejor escritura se necesita leer y escribir mucho, siendo estas dos recomendaciones las principales y las que todo el mundo dedicado a este oficio comparte a los nuevos escritores.
Existen muchos tipos de formación que puedes realizar para mejorar tu talento como escritor, y que además, te pueden ayudar dentro del mundo profesional, avalando tus conocimientos.
Aunque también puedes comprar titulos universitarios relacionados con la literatura, en caso de tener la suficiente experiencia para conocer muy bien todo lo esencial.
En caso contrario, este tipo de formación puede ser de mucha ayuda para que puedas crear tu gran obra maestra. Entre los tipos de formación que un escritor debe llevar a cabo, podemos resumir los siguientes conceptos (las 6 claves restantes):
2) Literatura
Para ser un buen escritor necesitas tener conocimientos relacionados con el mundo de la literatura, por lo cual se recomienda la lectura de las obras clásicas y los más destacados en diversas corrientes literarias.
También debes estar al tanto de las nuevas tendencias, de los escritores que más destacan en la actualidad y la opinión de la crítica. De esta manera, podrás tener una imagen más clara del tipo de literatura que más te guste, pudiendo sacar el mayor beneficio.
Y aunque al principio puedas sentir que copias el estilo de otro escritor, con el tiempo esto cambiará y vas a poder conseguir tu propio estilo.
3) Cursos de escritura
En el momento de escribir existen varias técnicas y recursos que pueden ayudarte con la creación de tus textos, desde organizar las ideas, redactar diálogos efectivos o expresar mejor tus ideas. Si consigues este tipo de conocimientos, vas a poder obtener un mejor resultado.
Todas las técnicas y los tipos de escrituras vas a poder aprenderlos a través de cursos de escritura, los cuales abarcan diferentes maneras de crear un texto al momento de redactar un cuento, novela o poesía.
4) Ortografía y gramática
Dos aspectos de suma importancia al momento de escribir, dado que si fallas en la ortografía y en la gramática, esto podría dificultar la lectura de tu texto.
Hoy día existen diferentes tipos de formación que te pueden ayudar a tener más información sobre esto, más allá de lo que hayas aprendido durante tus estudios en la escuela o la universidad.
También dispones de herramientas bastante útiles, como diccionarios de términos, de sinónimos y antónimos, y una gran cantidad de información que podrá ayudarte a pulir tu gramática y ortografía.
5) Marketing
En el mundo actual debes saber vender lo que haces y lo mismo ocurre dentro del mundo de la literatura.
Realizar un curso de marketing puede ayudarte a conseguir mejores resultados con la autopublicación, un servicio que se ha vuelto una gran tendencia en los últimos años.
Gracias al marketing puedes aprender la manera efectiva de promocionar tus libros para aumentar las ventas, así como realizar publicidad sobre ti, para que puedas mejorar las oportunidades de trabajo.
La ventaja de las técnicas de marketing es la posibilidad de adaptarse a cualquier producto, nicho y competencia, permitiendo así obtener mejores resultados en relación a la promoción de tu libro y logrando un mayor alcance, de manera que pueda destacar en el mercado.
6) Diseño
La autopublicación puede ser una buena opción para conseguir publicar ese libro que siempre has querido. Sin embargo, debes tener muy claro el tipo de diseño que quieres utilizar, tanto para su interior como para la portada.
Si te vas a encargar del diseño de tu libro, debes contar con conocimientos relacionados con la maquetación, ya que debes conocer aspectos como el texto, la imagen, los títulos, la tipografía, entre otros. De igual manera, debes saber manejar las técnicas de color, saber manejar la composición y elegir una buena tipografía para el diseño de la portada.
Debes aprender a utilizar distintos programas que te ayuden a crear estos diseños, para que así puedas crear uno atractivo que permita captar la atención de los lectores y les incentive para leer tu libro. Aunque también puedes contactar con un profesional que se encargue de realizar todo ello.
7) Blogging
En la actualidad debes tener obligatoriamente un sitio web, ya que por medio del mismo podrás realizar promociones de tu libro.
Esto te puede servir como una tarjeta de visita, donde los lectores te van a poder conocer, así como las obras que hayas creado. A través de un blog o sitio web podrás aumentar tu visibilidad en internet.
Por lo tanto, debes conocer aspectos esenciales para la gestión del sitio, desde el alojamiento, el dominio, uso de plantillas de diseño web, posicionamiento SEO, curación de contenidos, entre otros aspectos igual de importantes.
Con estas 7 claves sin dudas que podrás potenciar tu talento y podrás expandir el alcance de tu obra.
Quedan muchos otros tips como por ejemplo asociarte a ONGs que promuevan a los escritores asociados, promociones su obra, ser parte de Fondos editoriales, etc, pero eso será parte de alguna otra entrada del blog.
Dejen su comentario con más tips¿cómo podríamos ser mejores escritores? ¿Y mejores autores?
Saludos a todos.
Buena jornada Luchadores ✨
Fuente: https://www.todoliteratura.es/
Mis Estrellas
Ante todo debo contarles que los parámetros muchas veces difieren, pero en las Reseñas Literarias de la Sección "León On Blog" con el "Puntaje Extra" es donde puedo ser específico en el porqué de la cantidad de Estrellas como también los decimales. Por último, ninguno es para el olvido, pero no todos para atesorar con predilección.
1/5 - Me llevó muchísimo tiempo debido a su estilo de escritura, tal vez contenía demasiado momentos de reposo y perdía el interés. Esto no se aplica a las obras que aunque me permitan una lectura ligera mis tiempos personales ocasionaron la demora. Aquí pondría los libros que no me dejaron nada destacable: no pude siquiera poner puntaje extra por las técnicas, recursos literarios, un estilo propio o por una trama apasionante pero muy mal redactada.
2/5 - Un libro en el que me faltaron elementos que me lleven a cerrar la sensación de un trabajo literario intenso, sea con técnica literaria o con destreza autodidacta o natural.
3/5- Es un libro interesante. Posee alguna de estas cosas: buena trama, destacable estilo, impronta personal, un buen mensaje entre líneas o explicito, valoro algo de esto que menciono para recomendarlo pero no me apasionó, no me atrapó de principio a fin en cada página.
4/5 - ¡Un libro para recomendar sin lugar a dudas! Denoto un trabajo y una fluidez natural para la comunicación literaria. Buen mensaje o destacable lírica. Me enganchó, su lectura ha ido de mediana a rápida. ¡En cada página te atrapa más o te sorprende gratamente! Se te mojan las pupilas o te ríes en voz alta. Lo buscas en una biblioteca amiga o pública o en una librería.
5/5 - ¡Cómpralo porque es una maravilla! a las 4 estrellas sumarle que es un libro que estará por siempre atesorado en mi haber espiritual como físico. No quiero separarme de él jamás. Ha sido de una experiencia tan grandiosa que está al nivel: "¡Lo recomiendo profundamente pero no lo presto!"