miércoles, 29 de agosto de 2018

EN ESCUELA SE APRENDE MUCHO, YO APRENDÍ A LUCHAR


Cuidar al otro es de algún modo alojarlo en nosotros como preocupación, como existencia, como presencia. El otro: niño, alumno, enfermo, hijo ha de existir para nosotros para que podamos ejercer el cuidado.
No es cualquier tipo de existencia la que nos promueve al cuidado. La existencia del otro en tanto necesitado, débil, carente, en falta, en peligro, es lo que conduce a la idea de su cuidad”
(Barbagelata, N. (2003) El cuidado del otro, Catamarca, Ministerio de Educación de la Nación.)
“Con firmeza, pero no con rudeza, hoy la educación debe plantearse – y de hecho ya se plantea– la necesaria inauguración  de otro tiempo y de otro espacio con respecto al mundo mediático e hiper-tecnológico que la rodea.”
(Investigador Skliar, Carlos. (2009). Educar es conmover. Revista Saberes, Nº 4, 8-9.
Cuando por lo general escuchamos decir a las personas “tenés que estudiar para ser alguien en la vida”, “vayan a la escuela para aprender”, “la escuela es importante”, entre otras, no hay que ser muy analítico para comprender el significado o a que apuntan esas frases, pero volvamos a recordarlo: ser alguien o estar formado profesionalmente mediante la educación como sinónimo de persona con trabajo que permita la subsistencia: comida, transporte, familia, comodidades, banalidades, viajes o placeres personales y hasta ahí. Hay que “ganarse la vida” se escucha decir como brochecito. Y todos somos conscientes mientras crecemos, y maduramos que es necesaria esta formación pero vamos descubriendo que aunque trabajemos en cosas que no nos cubren las expectativas –por lo general-, también existe la opción complementaria de hacer a la par lo que nos da plenitud. Voy a recordar que cuando era niño escuché la palabra abogado, y dije quiero ser eso… la vida me llevó hacia otro lado… y esto también gracias a una maestra del primario y a una profesora del secundario. Había algo en mí que se relacionaba más con lo creativo, con la invención, con el arte. A los doce años mi maestra de Lengua estuvo todo un año completo leyéndonos y con consignas de invención, y el año pasó y fui a parar al secundario aunque no fue hasta cuarto año que me volví a enamorar de la lectura y la producción literaria. Ese año fue muy duro, recibiendo agresión por parte de muchos compañeros, pero esperaba los jueves! Allí aparecía ella, me sentía protegido, cuidado. Ella siempre traía unas consignas asombrosas, me hacía vivir los dos módulos como si fueran 10 minutos. Lo que más recuerdo y me marcó fue la realización de un libro colectivo. Cada libro que leíamos se transformaba en una consigna, y cada consigna en una página de ese libro. Una mañana llegó con esa resma de A4 recortada en B5, y nos repartió por actividad algunas a cada uno, en ella pude poner prosas, poemas, análisis literarios, y textos que respondieran las consignas. Estuvimos muy cerca con Mirta, éste su nombre, y recuerdo que esperé el cierre del año para verlo encuadernado y tener ese libro en mis manos. Cada clase era charlar de nuestras motivaciones, y me dijo que debería desarrollar mi escritura, “podrías ser escritor”. Tímidamente habré agradecido o no, Mirta parecía ir más allá en las actividades, íbamos más allá de repetir la anécdota de los libros que leíamos o del análisis sintáctico o de los elementos formales, ella lo ponía en diálogo con la realidad, nos hacía pensar. Incluso me contuvo y fortaleció mi espíritu. Skliar dice que educar es conmover y que la importancia estaría “no tanto la insistencia por unos contenidos, sino más bien en la presencia en el acto de enseñar; no tanto elaborar un discurso sobre los alumnos presentes, sino una ética a propósito de sus existencias.” Y esto es lo que me pasaba a mí, me sentía vivo, sentía que tenía las herramientas para tener una voz, en esa materia gritaba en cada línea con mi voz, esa que se comprimía en la garganta para no llamar demasiado la atención. Antes de tiempo su reemplazo terminó, el libro quedó inconcluso, luego terminó el año. El año siguiente no me pasó lo mismo con la docente de Literatura, era insulsa, repetir la anécdota de los libros y que no tuviera un punto en nuestras existencias y caer en la repetición me aburrió mucho, pero descubrí buenos libros y visité la biblioteca casi todos los días de la semana, y ahí había otra Mirta, la que me guiaba y charlaba de los libros en el mostrador. Por mi parte comencé a producir como rayo, fui a una imprenta he hice cortar una resma A4 esta vez en A5 y escribí solo escribí. Guardé durante ocho años los escritos de esas pequeñas páginas. Entonces dejé de lado: las limitaciones económicas y la frase de un desconocido “pibe esto no es para nosotros”. Viviendo en un entorno tan lejos de la literatura comencé a soñar con mi libro… Recordé a Mirta, la manera de transmitir su saber, la manera de buscar conmovernos con la literatura,  su pasión, su inolvidable  recomendación. Yo me decía debo transmitir pero necesitaba herramientas. Por eso comencé Letras que debí suspenderla pero sin rendirme llegué a cumplir un sueño que hasta el día del hoy me da aliento cuando me caigo. Ése sueño es mi libro especial, mi primer publicación que me recuerda que “los luchadores jamás se rinden”, que puedo luchar desde la palabra. Aunque trabajo como administrativo, trato de escaparle al sistema, aprovechar mi tiempo creando o en con actividades – como un taller para niños- que hagan eso: conmover, movilizar, ahora mismo mientras les cuento mi historia siento que las motivaciones de Mirta en mi caso fueron más allá de adoctrinarme y formarme para ser alguien, ella logró que yo me encontrara. Algo vibra en mí cuando recuerdo la primer hojita B5 en blanco y es inmenso como cuando sostuve el primer ejemplar casero y luego el ejemplar editorial de mi libro “Sombras y conjuros” en mis manos. Deseo ocupar el lugar de ella en un aula para vivir la literatura de la misma manera, poder entusiasmar del mismo modo a uno al menos por curso. Llegar a cuidar y a darle existencia al alumno como dicen los autores. Jamás olvidaré ese año escolar, y jamás la olvidaré.